Así no juego: ni puedo ver el vídeo, ni puedo colgar fotos (habéis restringido, claro, los kas y no tengo derecho a fotoshop oficinero para bajarlos), ni puedo na... Esto de vivir en el Pleistoceno tecnológico cada vez dificulta más mi comunicación con los otros mundos (a diferencia de lo que dice la Sgae, creo que el apagón tecnológico te aisla más que media docena de porros de marihuana). Menos mal que hoy me ha llegado un regalín inesperado que me ha alegrado los circuitos: una gameboy micro que, según lo que dicen en la caja, tiene juegos, mp3 y teléfono. Claro que, lo que en principio era alegría, ha pasado a inquietud en cuestión de media hora. ¿Qué pasa si no sé utilizarla? ¿Si en vez de aprenderme sus trucos de forma intuitiva, como siempre he hecho con toda la tecnología desde el amstrad al dvd, me tengo que leer las instrucciones como hace mi madre, sin acabar de comprender del todo bien lo que dicen (no olvidemos lo chungas de las traducciones)? ¿En qué lugar bajísimo quedaré sin, en un lugar público, con testigos modernos y guapísimos, en vez de atender a una llamada le doy al mp3 y sale, yo qué sé, algo de vitalic? ¡Es el fin de mi coartada intelectual! ¿Y si quiero escuchar a broken social scene y sólo oigo a mi madre? ¡Es el fin de mi salud mental! Los cacharritos comienzan a darme miedo... ¡Tengo pesadillas con las consolas de tercera generación (dios, que no aparezca ninguna por casa que me ponga en evidencia). Ni siquiera le he puesto nunca mis zarpas encima a una de esas cámaras digitales que todo el mundo (TODO EL MUNDO) lleva a todas partes (A TODAS PARTES), con lo que tengo que poner cara de gilipollas (eso es fácil) cuando me piden que le saque una foto a tal o pascual...

Hay que tomar una decisión: o me declaro insumisa de la tecnología, o me hago un cursos intensivo y me compro consola, cámara y demás. ¡Ah! Y un whisperXL, que tanto reptar por debajo de los bafles me está dejando sorda...