Os lo podrán decir aquellos que me conocen bien: odio las despedidas. Nunca he sido de las que van uno por uno diciendo adiós y endilgando besos, asegurando (sin ninguna intención de cumplirlo) que pronto nos volveríamos a ver, que ya nos llamaríamos y que me lo había pasado fenomenal. Lo mío es irme a la francesa, desaparecer de repente, dejando sólo un sms para que no cunda el pánico de un desmayo, una sobredosis o un secuestro express. Hago chas! y desaparezco de tu lado. No voy a citar una de mis canciones favoritas de Los Planetas.
Todo esto lo digo para que os hagáis a la idea de lo que me cuesta esto (despedirme), y más en estas fechas, justo en mi semana de "haz-sólo-lo-que-te-dé-la-gana", en la que me limito a ver pelis, leer libros, escuchar música, descargar compulsivamente música de internet, dormir, comer, hablar por teléfono y pensar. Y precisamente tanto gozo junto (qué pena, en tan poco tiempo), me dio que pensar varias cosas que ya llevan algún tiempo rondando mi cabeza. La primera y más importante, es que ya estoy demasiado mayor como para posponer el momento de empezar a hacer sólo lo que reporta algo positivo. Esto significa que he dejado mis trabajos extra. Significa que a Fake le quedan como mucho un par de números, el que saldrá en enero (y que debía haber salido en diciembre) y otro más. MI tiempo vale ahora demasiado como para ocuparlo en una revista. Significa que he dejado de escribir para poder salir a las 7 de la redacción. Me quedan las críticas: aún engordan lo suficiente mi vanidad y mi ego. A ver lo que dura.
La segunda y más personal es que soy demasiado buena como para posponer el momento de desprenderme de todos aquellos que no piensan igual. Perdonad este momento egomaníaco. Desde que puedo permitirme un Dior, me invande la sensación de que me merezco que mis relaciones personales sean tan de lujo como los susodichos Diores. Todos deberíamos vernos a nosotros mismos como un producto de lujo y, por tanto, deberíamos exigir el tratamiento de tales. Esto tiene un reverso no demasiado tenebroso según el cual yo tendría que tratar a las personas de mi pequeño gran círculo de la misma forma. Estoy trabajando en ello. Parece que con éxito.
Os cuento todo esto porque creo que explica bien mi deserción de multiuso, un lugar que se había hecho algo inhóspito para mí (debo ser la única blogger de la Historia sin ordenador en casa) pero que me gustaba visitar por saber lo que pasaba por vuestras cabezas (casi nunca satisfacíais mi curiosidad ;) Dejo de escribir porque ya no me reporta nada positivo. Antes estaba la adrenalina del pequeño streap tease emocional (género sobrevalorado que yo practico porque soy una hortera) en medio de vuestros comentarios webs, quedadas en festivales o citas de la hora chanante. El contraste era gracioso. Despistaba seguro. Ahora, simplemente, no tengo nada que añadir. Nada que decir(os). Y como para mí ha sido un lujo estar aquí y formáis parte de mi colección de posesiones preciadas, os trato como tales, os trato como espero que me traten a mí, y me despido. Ya sabéis el esfuerzo (¡qué rollo!) que me supone hacerlo.
Cuidaos