Esquina2
miércoles, 15 de diciembre de 2004 a las 01:34
Palabras

Hay que tener cuidado con las palabras. Mucho cuidado. Los diccionarios con el arma mortífera más potente inventada por la humanidad. Cuantas más dominas, más poder para atacar, más debilidad a la hora de ser atacado. Las palabras están infravaloradas. Se las lleva el viento, dicen. Pero no es así. Permanecen intactas, efectivas, en el inconsciente, ejerciendo su valor adjetivo sin que apenas nos demos cuenta. Voy más allá. Las palabras superan al pensamiento. Mira que se siente uno profundo sintiendo odio, amor, desprecio, pena. Sentir ahueca el estómago y aprieta el corazón. El pensamiento rige, dirige, exige. Pero, mientras no se le ponga palabras, no existe. Está desaparecido en el limbo de lo posible/imposible. Las palabras matan las posibilidades/imposibilidades. Dan vida y la quitan. Es el rollo de la rosa y el nombre de la rosa, viejísimo, ya lo sé, pero es ahora cuando lo entiendo. Poner palabras puede parecer fácil, no en vano lo hacen los charlatanes y los caraduras, aunque también los valientes y los locos. Estamos rodeados de palabras que nos demandan y nos atacan. Rechazo las palabras, de momento, excepto aquellas que no comprendo, las de idiomas que se pintan de derecha a izquierda y de arriba abajo con caligrafías exóticas. Por eso, a partir de ahora sólo escucharé palabras que ya he escuchado y que ya me han atacado, las de las conversaciones laborales, los saludos de entrada y salida, las de compra venta de bienes y servicios, las de las canciones que me sé de memoria. Sólo hablaré con quienes ya no tienen nada nuevo que añadir o con quienes no hace falta palabras para entenderse. Detesto sentirme aludida por las palabras de otros sin tener la certeza de ser diana. ¿Debo agacharme o haré el ridículo? Los juegos de palabras ya no me divierten, ni la ironía ni el sarcasmo ni las rimas. He perdido el gusto por las palabras dichas y me gustaría pensar en la posibilidad de no volver a utilizarlas nunca más (de momento). Es imposible, claro, porque mi trabajo consiste en, precisamente, juntarlas. Menos mal que no tengo que decirlas nunca. Decir es existir y no todo lo dicho tiene derecho a campar por ahí a sus anchas, atacando a la gente. Puedo presumir de que nunca he dicho palabras importantes y, aunque las he pensado, no llegaron a existir por no salir de mi boca. Me arrepiento de haber dicho palabras inanes, contaminando con su vacuidad un ecosistema ya tan saturado de palabras. Por el momento, me protejo de las palabras, de las de los otros y de las mías, porque cada vez me cuesta más acallar la vibración de mis cuerdas vocales y temo decir algo que luego tenga que desaparecer o existir. Así que me voy de vacaciones a casa, larguísimas vacaciones gracias a que mi jefe se ha dejado envolver con mis palabras. Allí no tendré que medir mis palabras ni las de otros, porque todo pasa y se perdona y lo que existe existe por encima de las palabras. Por ahora, haré oídos sordos a las palabras y, a la vuelta, decidiré si le pongo puntos a las íes de mi diccionario o si continúo fintando las toneladas de palabras que se me están viniendo encima. Una imagen vale más que mil palabras. Pero quién pudiera retener en la retina una imagen con la misma durabilidad que se graban en la memoria algunas palabras.

Por fin no se me ocurren más (palabras). Quizá sea lo mejor, ya que me advierten de que mi artículo sobre Astrud puede haber sido despojado de bastantes de sus palabras después de haberlas medido al centímetro. Elijo tanto las palabras que siempre me jode que las cambien por otras y pongan mi nombre debajo. No sé si será mejor dejar a otros que decidan cuáles son las idóneas o continuar defendiendo las mías propias. Tendré que pensarlo bien antes de ponerle palabras a la decisión final. Porque cuando lo haga y éstas existan, ya no podré volverme atrás. Es lo malo de las palabras.

PD: Obviamente, aún no he visto Alien vs. Predator

escrito por isobel | Link_go Enlaza |

Muestra/oculta comentariosComments

Laura
comentó el miércoles, 15 de diciembre de 2004 a las 14:10 lo siguiente:
Hacía tiempo que no leía palabras tan precisas, tan afiladas para referirse a las mismas palabras. Una vez más leer tu post me dice algo, algo que entiendo de tus propias palabras. Yo me encuentro en otro estado, planeando la huída de lo que para ti quizá ahora supone un refugio, las palabras conocidas, palabras familiares e palabras inofensivas...En mi caso, todo por el miedo a que ya no me digan nada. Estoy harta de las conversaciones vacias, de las preguntas retoricas y de respuestas predecibles que no responden a nada. Necesito oir nuevas palabras, palabras buenas o palabras malas, pero que cuenten, que digan, que hablen, que sean. Y ahora me doy cuenta de que por eso supongo que me estoy aficionando a tu blog y en general a leer los blogs agenos. Palabras robadas, cualquier cosa vale, con tal de escapar de las palabras insipidas, incoloras, inodoras, inexpresivas, palabras inexpresivas que no sienten nada, que no sean. Al menos mientras las mias, palabras, y yo no encontremos la manera o no tengamos como decir nada. Es una pena que les des vacaciones a las tuyas Isobel. Laura

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