Madrid. Aledaños de la calle Luna. 3.30 de la madrugada. Un sudamericano bajito, con la piel renegrída y síntomas de ebriedad ejerce de relaciones públicas de un puticlub.
-¡Eh, chicos!, ¡venid! ¡Aquí hay chicas! ¡¡¡Chicas desnudas!!!
Los tres chicos se acercan fingiendo interés y sin ocultar las copas que acaban de sacar de un antro cercano.
-¿De verdad están desnudas, desnudas del todo?, dice uno.
-Sí -contesta el RR.PP.-, y si no te gusta alguna le pego una patada en el culo y la echo del local.
-Bueno, a mí lo que me interesa es que estén desnudas completamente. ¿Estás seguro de que se les ve lo de abajo?
-¡Eso, eso! -apostilla uno de los muchachos- ¡¡¡Lo de abajo!!! ¿Se les ve lo de abajo?
El sudamericano los empieza a mirar como si fueran subnormales, pero se limita a decirles
-¡¡Claro!! ¡¡Lo de arriba y lo de abajo, todo, seguro!!
-Vale, entramos. Pero antes, dímelo otra vez: ¿SEGURO DE QUE SE LE VE LO DE ABAJO, SEGURO DE QUE SE LE VEN LOS PIES? ¿DE VERDAD SE LE VEN LOS PIES, TÍO?
La historia termina con los tres chicos corriendo hacia Gran Vía, perseguidos por el sudamericano, que finalmente no era tan tonto como parecía...